Ágata es la menor de las brujas de la casa, apenas toca con su sombrero puntiagudo el
borde de la mesa del comedor; tiene ocho años, dos hermanas brujas muy
inteligentes que estudian en la
Universidad de los Espantos en Moravia; vive
en la casa de su tía Roberta y es dueña de un gato: Aureliano, puro pelo y
panza gorda.
Ágata es inquieta , curiosa y siempre pero
siempre, tiene ideas raras como por ejemplo darle sopa de remolacha a la
gallina para pintarle las plumas y la cáscara a los huevos o preparar un
perfume de caléndulas para atraer mariposas a su jardín o inventar botas de
goma para que su gato salga los días de lluvia a espantar ratones.
A Ágata le gustan los cuentos, las historias de
risa, de miedo y de aventuras. Su tía Roberta la deja zambullirse en la
biblioteca cuando tiene ganas y ella, curiosa y lectora, ha leído casi todos los
cuentos para niños que hay allí.
Como les cuento, tiene ideas raras pero la
más rara de todas es la que se le ocurre el jueves, día en que las brujas se aburren.
Manos a la obra: El viernes por la tarde se
viste de nena y busca su bicicleta. Como tiene ocho años y es bruja, para
parecer más nena, se pone un vestido celeste con barcos amarillos y se peina
con dos trenzas re-largas de color zanahoria y espera con su bici roja, a la vuelta de la esquina de la casa de su tía.
A las cinco y cinco aparece Amadeo apurando
el paso para llegar a su casa a ver la tele; es cuando escucha a la nena
renegar porque se le ha salido la cadena de la bici, y como su bisabuelo
siempre le advierte: “Usted aprenda a ser caballero”, se acerca y la ayuda. Al terminar levanta la bici roja del suelo y se
prepara para irse cuando Ágata le dice:
- Si
querés yo te llevo pero antes acompañame a buscar algo, vivo ahí nomas a la
vueltita. Él asiente, se sube atrás en
el portaequipajes y acomoda sus pies para ayudarla pedalear porque como caballero también está atento a esas cosas
Cuando llegan y entran a la casa de la tía
Roberta, a Amadeo le hace cosquilla en la nariz, un olor a naftalina. La cocina
es mucho más grande y diferente que la suya, tiene un mesón redondo de madera y
muchos libros viejos y botellitas alrededor de una olla negra de la que sale un
olor parecido al que viene del ropero del bisabuelo.
Ágata se disculpa un momento y sale, y ahí
queda Amadeo sentado en un banquito con ganas de curiosear porque el también es
curioso. Cuando la niña regresa de su disfraz, sólo le quedan las trenzas asomándose
por debajo del sombrero.
-¡Ay no! - piensa Amadeo - ¡En que lio me
metí o mejor dicho: en que casa me metí!
- No te asustes ni mucho menos, soy Ágata y
soy bruja pero no de las que comen, asustan, achican, embrujan, encogen o hacen
hechizos. No señor, soy bruja inventora.
Quiero escribir un cuento y como no sé muchas historias de nenes de verdad porque
vivo con mis hermanas y mi tía bruja, te
traje a vos para que me ayudes
-¿Si te ayudo, me vas a embrujar? ¿O me vas a enseñar algún truco de magia? Necesito
mejorar mi letra, la seño dice que parecen
muchas arañitas enredadas y no se puede
entender lo que escribo. Sólo con condiciones te ayudo, si no, no.
Ágata se ríe con una carcajada linda como
cascabeles y le dice que sí.
A la tarde siguiente Amadeo pide permiso en
su casa para ir a jugar de su amiga nueva, no puede contarle a su mamá que es
bruja, no lo dejaría ir y sería un problema no poder enderezar las patitas de
sus letras que nadie entiende, pero sí le
dice que le gusta leer e inventar cuentos como a él y que otro día la va a
invitar a tomar la leche con vainillas.
Al llegar la brujita le recuerda que ella sólo
escribe, no inventa porque los cuentos de nenes de verdad no tienen brujas autoras.
Trae su pluma de ganso, la tinta de margaritas y brócolis que inventó la semana anterior, su libro de mil
hojas jamás escrito, y se sienta en la mesa al lado del caldero a escribir.
Al principio les resulta fácil, Amadeo se
imagina como un valiente caballero con una misión de atrapar al dragón que se
ha escapado del caldero de la tía Roberta justo cuando ésta piensa darle un
baño para sacarle el olor a naftalina. Entonces descubren que hace falta algo
más que atrapar al dragón, más que un caballero de armadura brillante y escudo
protector. Y surge así la aventura del dragón donde hay ogros, un castillo y
trajes de un rey que hay que proteger de las polillas.
Cuando el cuento está listo lo lleva a la
escuela, su seño lo lee, mira atentamente a Amadeo, después mira el libro, se
acomoda los lentes y le dice: - Muy
linda historia Amadeo te pongo carita feliz en mi libreta.
Desde esa tarde a las cinco menos cinco todos
los viernes, Amadeo acomoda su cuaderno
de letras bien enfiladitas y ordenadas, guarda los útiles en la mochila y espera en la esquina, a que llegue Ágata.
Algunas veces pedalea él, otras, ella
mientras miran el mundo alrededor transformándose en inventores de historias al
lado del caldero que ya no huele a naftalina, huele a cuentos, hadas y otros
inventos.
MARIANA COMBA
Del Taller Asombro
Julio 2018